Son diversas las enfermedades que aparecen con el envejecimiento, siendo el trastorno de ansiedad generalizada una de ellas aunque, generalmente, no se preste tanta atención como a otras patologías propias de esta edad.
Normalmente, la vejez se asocia con la aparición de problemas físicos tales como, por ejemplo, problemas en las rodillas o caderas, dificultades en la movilidad, dolores de huesos, etc… pero es muy importante tener en consideración los problemas psicológicos que sufren las personas mayores para así, poder ayudarlas en la medida de lo posible ya que este tipo de trastornos va a generar un fuerte malestar en quienes los sufren.
Aunque son muchos y muy diversos los trastornos psicológicos que las personas de esta edad pueden padecer, centraremos la atención en el trastorno de ansiedad generalizada, pues se trata, junto con las fobias específicas, del trastorno más frecuente en esta franja de edad.
Son abundantes los cambios vitales que se experimentan cuando se alcanza la vejez, por ello, sentir ansiedad en algún momento no debe ser sinónimo de alarma, ya que se trata de un tipo de reacción habitual ante situaciones estresantes y con la función de advertir y activar al organismo ante situaciones que considera de riesgo.
El trastorno de ansiedad generalizada aparece, o bien cuando la preocupación y otros síntomas propios de ansiedad persisten en el tiempo, o cuando las situaciones consideradas amenazadoras en realidad no lo son tanto como la persona las percibe. En ambas situaciones, el correcto desarrollo de las actividades diarias de las personas que lo sufren se ve afectado, además de experimentar malestar físico y emocional.
Causas de la ansiedad
Existen diversas causas que favorecen la aparición y el mantenimiento de la ansiedad, variables biológicas, aprendizaje, predisposición genética, circunstancias que atraviese/haya atravesado la persona, capacidad para enfrentar las contrariedades, actitud ante la vida, educación recibida, resiliencia…en definitiva, de su historia de vida condicionada tanto por el ambiente como por la biología. Debido a esto, es muy importante atender cada caso de manera individualizada.
No obstante, y tras un continuo estudio de los casos que acuden a consulta, se pueden señalar algunas de las causas más comunes que hacen que los pacientes de esta edad pidan ayuda:
Cambios bruscos en el estilo de vida. Alcanzada la tercera edad se experimentan diversos cambios vitales como, por ejemplo, la jubilación. Disponer de demasiado tiempo libre y tener que aprender a ocuparlo, genera ansiedad en algunas personas.
Descenso de la autonomía. Tardar más tiempo en desempeñar algunas actividades, descenso de movilidad o pérdida de reflejos y de fuerza, son algunos de los ejemplos que puede provocar este declive y que pueden hacer que la persona requiera ayuda en situaciones que antes no lo hacía.
Problemas económicos. Contar con una cantidad de dinero menor a la obtenida durante la adultez es descrito también como fuente de estrés para algunas personas.
Proximidad a la muerte. Algunas personas mayores consideran que el final de la vida está cerca. Este pensamiento puede generar altos niveles de ansiedad, ocasionando tanatofobia en los casos en los que la obsesión por la muerte, domina el pensamiento.
Deterioro del estado de salud/ incapacidad física.Con el envejecimiento, además del deterioro visible, por ejemplo, de la piel, las funciones físicas y cognitivas también se ven afectadas y ocasionan, en algunas situaciones, incapacidad que priva a algunas personas del desarrollo de su ritmo de vida.
Aislamiento social. La suma de diferentes circunstancias problemáticas puede conllevar deterioro del estado de ánimo y esto, a su vez, que las personas que lo sufren no quieran salir de casa ni relacionarse.
Soledad. Pérdidas de amigos, familiares, compañeros sentimentales, sentirse distanciado de los seres queridos…son algunas de las situaciones que provocan falta de compañía.
Padecimiento de otra enfermedad. Sufrir otro tipo de enfermedad como, por ejemplo, la hipertensión, la artrosis o la depresión es considerado otro de los motivos que pueden hacer que los ancianos experimenten síntomas de ansiedad.
Incomprensión familiar. Sentirse incomprendidos por parte de los seres queridos hace que en algunos casos se traduzca en angustia, frustración, inquietud y malestar
¿Cómo afecta la ansiedad?
En el momento de trabajar con pacientes que manifiesten trastorno de ansiedad generalizada, es esencial tener en cuenta los tres componentes implicados en dicho trastorno. ¿Cuáles son estos componentes?
Fisiológico. Se refiere a los cambios que se dan en el organismo, es decir, la modificación del sistema nervioso (sudoración, sequedad de boca, mareos, hiperventilación, palpitaciones, taquicardias, etc.).
Cognitivo. Implica los problemas relacionados con procesos mentales (preocupación excesiva, sensación de agobio, problemas de memoria, anticipaciones amenazantes, pensamientos intrusivos, evaluación del riesgo, obsesiones, etcétera).
Conductual. Hace alusión a aquellas alteraciones que aparecen en la conducta (agresividad, evitación de situaciones que provocan el malestar asociado a la ansiedad, hipoactividad, hiperactividad, etc.).
Aunque en cada persona se manifestaran unos componentes en mayor grado que otros y pueden actuar con cierta independencia, es conveniente atender a los tres tipos para así proceder a una completa intervención y un mejor tratamiento.
En los pacientes de la tercera edad, se ha observado que se preocupan más por los síntomas somáticos que por los cognitivos. Esto se convierte en un inconveniente para la mejora de la enfermedad, pues en aquellos casos en los que no hay somatizaciones, puede que los ancianos no acudan a pedir ayuda y esto empeorará su salud ya que se estará descuidando la atención necesaria a las alteraciones cognitivas. Por esta razón, profesionales y familiares debemos estar atentos a los síntomas de este trastorno y no confundirlos o desatenderlos en caso de que exista otra enfermedad, para así conseguir que el paciente se sienta mejor y adquiera un mejor desarrollo en las actividades de la vida diaria.
Algunos consejos para prevenir este trastorno
Ejercicio físico. Caminar, practicar gimnasia para mayores o estiramientos son algunos ejemplos de actividades que pueden prevenir la aparición de la ansiedad.
Descanso. Resultará beneficioso tomarse ciertos periodos de descanso y no esperar a que la persona se sienta agotada para dejar de desempeñar la actividad que estuviera realizando en ese momento.
Orden de prioridades. Como se ha mencionado anteriormente, llegada la vejez, se necesita más tiempo para realizar actividades que en la adultez se hacían con mayor rapidez. Por ello, es importante que la persona establezca un orden de prioridades de aquello que tiene que hacer y atienda en primer lugar a lo más importante, así, si algo se queda sin hacer, podrá hacerse en otro momento.
Practicar/descubrir aficiones. Si durante el periodo de adultez, la persona ha estado tan ocupada que no ha podido dedicar mucho tiempo para divertirse o hacer aquellas actividades que deseaba, ahora es el momento de buscar aficiones y maneras divertidas de pasar el tiempo.
Apoyo social. Es importante relacionarse con familiares y amigos, en el caso de las personas que se encuentren solas porque hayan sufrido un número grande de pérdidas de seres queridos, sería conveniente que hiciesen nuevas amistades. A pesar de que pueda parecer una tarea complicada a esa edad, existen centros, viajes programados y lugares donde conocer a nuevas personas.
Dieta. Se recomienda comer sano, evitar comidas copiosas y no abusar del alcohol. Esto hará que las digestiones no sean tan pesadas y que el organismo pueda funcionar mejor.
Enfrentarse a los problemas. Si se detecta alguna situación problemática, se aconseja que la persona lo exprese y lo comunique a alguien de su confianza, pues es una manera de prevenir que el problema se agrave.
Ser autónomo. Aunque en edades avanzadas llega un momento en el que no se pueden realizar actividades de igual manera que se hacían antes, se recomienda que la persona no se rinda ante los primeros signos de cambio, para que de esta manera conserve su autonomía el mayor tiempo posible. Este hecho afectará de manera positiva a su autoestima. No obstante, en el momento en el que la persona lo considere oportuno y sienta que necesita ayuda, debe pedirla.
Evitar la autoexigencia. Una gran fuente de ansiedad proviene de los altos niveles de exigencias que algunas personas se marcan, provocando un estado de insatisfacción y autocrítica. Por esta razón, conviene no exigirse demasiado.
Practicar técnicas específicas de relajación. El entrenamiento específico en técnicas de relajación como por ejemplo la relajación muscular progresiva de Jacobson y la puesta en práctica de dichas técnicas, disminuye la aparición de problemas de ansiedad.
No debemos olvidar que el trastorno de ansiedad generalizada en la vejez en muchas ocasiones no se trata adecuadamente debido a la existencia de otras enfermedades. No obstante, es el trastorno más prevalente en personas mayores, por ello, es importante que ayudemos a prevenirlo a aquellas personas de nuestro entorno, además de intervenir en los casos en los que ya haya aparecido el trastorno.