El tiempo que se dedica a actividades recreativas, varía a lo largo de la vida de una persona. En la infancia y adolescencia este tipo de actividades tienen amplio desarrollo. En la adultez activa, en cambio, disminuye drásticamente, siendo reemplazado por las actividades laborales y educaciones. Pero ¿Qué sucede en el adulto mayor? Con frecuencia es posible escuchar a personas adultas decir “esas actividades son para jóvenes”, “como yo voy a estar haciendo esas cosas” “yo no voy a andar jugando, ya estoy viejo(a)”.
Las actividades de carácter recreacional tienen un directo beneficio en los componentes físicos, mentales, sociales y culturales que posee una persona, sin importar la edad que tenga. Es la infancia y juventud favorecen el desarrollo integral del individuo, en la adultez entregar una equilibrio a la rutina ajetreada y en vejez favorece a la mantención y mejoría de las capacidades del adulto mayor, pudiendo incluso ser utilizado como medio terapéutico para intervenir en diversas enfermedades que afecten las capacidades de una persona, cualquiera sea su edad.
La recreación involucra actividades deportivas, lúdicas, artísticas, manuales, mentales, educacionales, religiosas, etc., no están restringidas por un parámetro, sino que están directamente ligadas a los intereses de cada persona para escogerla y realizarla.
El concepto de actividad recreativa que posee el adulto mayor, suele estar asociada a la juventud, a la vitalidad y a las capacidades de esa etapa del ciclo vital, es por esto que los adultos mayores no suelen realizarlas con frecuencia, prefiriendo actividades sedentarias, que trabajan poco o nada con sus capacidades, favoreciendo así, el rápido avance de los procesos degenerativos normales de la vejez y la instauración de una sensación de eficacia en relación a las capacidades.
¿Qué hacer entonces? Es fundamental como, familiar o profesional de la salud, fomentar las actividades recreativas, para así favorecer una mejor calidad de vida en nuestros adultos mayores.