La dermatitis atópica del adulto suele ser una dermatosis grave. Se trata de placas de eccema crónico, rojas, gruesas y liquenificadas, acompañadas en ocasiones de pápulas aisladas de prurigo. En este contexto de eccema crónico se producen brotes agudos, vesiculosos o exudativos. El prurito siempre es intenso e influye en el día a día del paciente, su estado de ánimo, sueño y actividades. Su ubicación es distinta a la de la dermatitis atópica infantil. Las manos, el rostro y, en especial, los párpados suelen ser los más perjudicados, así como los grandes pliegues, aunque, en ocasiones, otras zonas del cuerpo también pueden verse afectadas. Los brotes inflamatorios pueden llegar a afectar la totalidad de la piel. En tal caso se habla de eritrodermia. Estos ataques generalizados son graves y pueden complicarse con infecciones y trastornos metabólicos, requiriendo una hospitalización.
¿Seguro que es una dermatitis atópica?
Ante un caso de eccema en un adulto, cabe preguntarse si se trata de una dermatitis atópica, de otro tipo de eccema o incluso de una dermatosis parecida al eccema.
Si la enfermedad viene de la infancia, se acompaña de manifestaciones respiratorias atópicas, o incluso de alergias digestivas, y es un caso típico clínicamente, en forma de eccema crónico grueso, liquenificado y con, a veces, brotes exudativos, puede estarse seguro del diagnóstico.
Pero si su aparición es reciente y los signos clínicos no son los típicos, cabe la posibilidad de encontrarse ante otra dermatosis (eccema de contacto, sarna o linfoma, entre otros tipos). Puede realizarse una biopsia cutánea para confirmar el eccema así como controlar los niveles de IgE o efectuar pruebas de contacto para descartar el eccema alérgico de contacto, el cual trataremos más adelante.
Irritantes
La piel atópica es especialmente sensible y ciertos estímulos aparentemente banales pueden desencadenar crisis de picazón y brotes de eccema. Tal es el caso de los irritantes, concretamente de determinados productos de higiene o cuidado como los jabones convencionales o desinfectantes. Se recomienda utilizar solo productos destinados a las pieles atópicas, secas y sensibles, y probar por sí mismo su buena tolerancia, empezando por utilizarlos en una zona limitada, por ejemplo. Existen ciertas variables individuales que no se pueden prever.
También debe prestarse atención a la ropa, los detergentes y los aditivos. Los jerséis de lana de cuello vuelto constituyen un clásico detonador del prurito. Es aconsejable utilizar un suavizante y aclarar siempre la ropa después de lavarla.
Alergias de contacto
Cuando la dermatitis atópica no responde bien al tratamiento, hay que pensar si puede tratase de un eccema alérgico de contacto sobreañadido.
Es un diagnóstico difícil, porque sobre un fondo de eccema crónico, el eccema de contacto puede pasar desapercibido. Sin embargo, puede resultar un diagnóstico muy práctico ya que, si se elimina la causa de la alergia de contacto, podrá mejorarse el eccema.
Las principales causas del eccema alérgico de contacto son:
El níquel contenido en los metales de las joyas de fantasía, las patas de las gafas y los teléfonos móviles, principalmente;
Los conservantes de las toallitas, de los cosméticos y de los productos de higiene (en especial, las isotiazolinonas);
En raras ocasiones, otros componentes de los cosméticos como los perfumes o algunos filtros solares;
Los aceites esenciales de algunos cosméticos conocidos como “bio”, que no ofrecen en absoluto una garantía de hipoalergenicidad;
En raras ocasiones, ciertas prendas de vestir;
Los zapatos (cromo del cuero, colas).
Los propios dermocorticoides pueden llegar a ser alergizantes, una alergia que resulta particularmente engañosa.
Cuando existen sospechas de una alergia de contacto, se aconseja practicar las pruebas del parche o epicutáneas. Una prueba del parche positiva identifica con seguridad al responsable del eccema alérgico de contacto. Pero un simple interrogatorio y una medida de evicción, seguida, en su caso, de una reintroducción, también pueden dar muy buenos resultados.
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