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¿Cómo funcionan los recuerdos que viven en nosotros?


A medida que pasa el tiempo y cumplimos años, vamos estableciendo una fuerte relación de amistad con nuestros recuerdos, ellos se transforman en excelentes compañeros, son muchas veces nuestra carta bajo la manga para mantener un vínculo con el entorno. Estos recuerdos se transforman en fuentes inagotables de recursos para participar de animosas charlas con amigos, familiares y en general con quienes entren en nuestro círculo de relaciones.

Yo recuerdo que mi abuela nos contaba muchas de las experiencias que ella había vivido en la época de varios presidentes en Chile, cómo se habían dado los acontecimientos políticos, económicos, sociales, etc., hoy después de muchos años doy cuenta que son esos relatos los que retuve con mayor efectividad en mi memoria, comparativamente con la retención de las materias estudiadas en el proceso formativo oficial.

En los ciclos de vida que comprenden nuestra evolución, podemos advertir distintas valoraciones a las manifestaciones que los adultos hacen de sus recuerdos; en la infancia estos relatos de hechos ocurridos en el pasado son verdaderos cuentos de aventura y los niños suelen mostrar gran interés por escucharlos. En la adolescencia entramos en una etapa en que el centro somos nosotros mismos, por lo que es frecuente mostrar desinterés por las vivencias de otras personas, nos aburrimos con los recuerdos de hechos vividos por terceros, el joven está construyendo sus propios recuerdos.

Luego en la edad media volvemos a apreciar este conocimiento guardado tan celosamente por nuestros mayores, no es raro entonces que recurramos a esos recuerdos para evaluar alguna de nuestras acciones presente o para tomas decisiones.

Los recuerdos son la evidencia de nuestro proceso vital, ellos dan cuenta de lo que hemos tenido que caminar para encontrarnos en el sitio actual, es importante cultivar los recuerdos, para eso existen algunos elementos que nos ayudan.

La memoria emotiva

Los recuerdos son sensibles a muchos estímulos que facilitan a la persona para que recuerde su historia de vida o parte de ella, algunos de ellos son:

  • Visuales: fotografías, libros, revistas, álbumes.

  • Auditivos: música, grabaciones radiofónicas, canciones.

  • Táctiles: manipulación de objetos y texturas.

  • Gustativos: saborear antiguos platos, preparados.

  • Olfativos: desde flores, aromas, perfumes, fragancias.

Todos alguna vez hemos comprobado que una foto, un olor, una canción,… pueden provocar la aparición de un recuerdo a partir del cual podemos indagar otros aspectos que tienen relación con nuestras propias vidas.

La invitación es entonces a llenar nuestros espacios con signos que nos conecten con recuerdos, las fotos familiares en las paredes de nuestros hogares o encima de nuestros escritorios o en aquellos lugares que hemos reservado para nuestros momentos íntimos, por ejemplo, o ese objeto que me traje de esas vacaciones maravillosas.

Abramos nuestros baúles y desempolvemos objetos, imágenes y signos que nos ayuden a mantener nuestra historia viva y gocemos de nuestros recuerdos.


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