La vida presenta cambios importantes en la tercera edad, tanto físicos como sociales y cognitivos. En el ámbito social, tras la jubilación, muchos adultos mayores ven reducido significativamente su círculo de amigos y por lo tanto su interacción social.
Según estudios realizados por Diane Papalia (2005), aquellas personas de la tercera edad que tienen poco o nulo contacto social, tienen más posibilidades de morir a corto plazo y son más proclives a padecer depresión. Por otra parte, se demostró que los adultos mayores que mantienen un círculo social activo (familiares y amigos) tienden a ser más saludables físicamente y gozan de mayor estabilidad emocional.
Cuando los adultos mayores tienen a quién confiar sus sentimientos, pensamientos y que además conversan con sus amigos y familiares acerca de sus preocupaciones, manejan de una forma más positiva los cambios que se presentan con el envejecimiento, repercutiendo en una mejor calidad de vida.
La familia y la comunidad son responsables de mantener al adulto mayor activo socialmente. La familia es aún la fuente primaria de apoyo emocional y después los amigos.
En conclusión, es importante para el bienestar físico y emocional de los adultos mayores el que se les provea de un ambiente que favorezca su autoestima, donde se promueva su independencia y autonomía (hasta donde sea posible) y se fomenten las relaciones sociales con otras personas con las que puedan compartir intereses, recuerdos, diversión y, principalmente, donde se valore la experiencia y sabiduría que han adquirido a través de su vida.