La frustración es el sentimiento que surge en nuestro interior cuando no logramos conseguir lo que queremos o deseamos o porque no se vean cumplidas nuestras expectativas. Es una reacción de molestia, ansiedad, angustia o rabia. El problema no está en el dolor o la frustración que experimentamos en ese momento, sino la actitud que tomamos frente a ello. Y es que creemos que el dolor es insoportable, creemos morir de angustia y que ese hecho acabará con nosotros si no lo mitigamos o evitamos de cualquier manera. Esto se termina convirtiendo en una forma de respuesta que hace que evitemos cualquier tipo de dolor en nuestras vidas, lo consideramos horrible y tremendamente injusto. Pero hay que entender que la frustración es parte de la vida y que por mucho que queramos, no podemos evitarla pero si aprender a manejarla.
Todo depende del proceso evolutivo que cada persona viva, ya de bebés los adultos se esfuerzan en darnos aquello que necesitamos, algo lógico teniendo en cuenta que son necesidades básicas como comer, beber, dormir, etc. A medida que vamos creciendo, comenzamos a solicitar no sólo necesidades básicas sino también deseos materiales y es cuando empieza a surgir la frustración pues no todos nuestros deseos son siempre satisfechos. Es fundamental en la educación demorar las recompensas para que el niño aprenda a tolerar la frustración, a saber que no todo es cómo y cuándo desea, a entender un no por respuesta, a saber esperar y no conseguirlo todo a través de rabietas. De lo contrario, si al niño se le da todo cuanto desea inmediatamente no desarrollará la capacidad para controlar el malestar provocado por la frustración cuando sea adulto. Es este adulto el que experimentará gran malestar cuando no consiga lo que quiere de forma inmediata, cuando le digan que no o cuando le pongan límites y querrá poner fin a esa situación lo antes posible para evitar la sensación de malestar que siente y la incontrolabilidad de dicha situación, lo que a la larga puede generarle, a su vez, otros problemas mayores.
En definitiva, será una persona que sólo tendrá en cuenta el beneficio a corto plazo, sin medir las consecuencias a medio y largo plazo; abandonará cualquier actividad que le ocasione problemas, obstáculos o malestar debido a la frustración por no conseguirlo; y creerá que todo en la vida debe ser fácil y nada debe generar sufrimiento o dolor pues es horrible e insoportable y hay que evitarlo a toda costa. Algunos aspectos claves para aumentar la frustración y desarrollar las habilidades necesarias para enfrentarse al sufrimiento y vicisitudes de la vida son:
Ser consciente de la frustración: tenemos que darnos cuenta de que el mundo no gira en torno a nosotros y que no siempre vamos a poder conseguir lo que queremos en el instante en que lo deseamos.
Distinguir entre deseos y necesidades: es fundamental priorizar aquello que necesitamos de forma inmediata y tener claro que otras cosas pueden esperar o incluso darse cuenta de que no son realmente necesarias o importantes.
Aprender a esperar: a corto plazo se puede obtener una recompensa inmediata, pero a veces es mejor esperar un poco y obtener una recompensa mayor.
Controlar la impulsividad: es conveniente medir las consecuencias a largo plazo sobre nuestros actos, pues a veces nos pueden acarrear mayores dificultades, así como el sufrimiento que tanto nos cuesta gestionar.
Aprender a soportar el dolor: ser realistas en cuanto a la magnitud del problema, debemos tener claro que el sufrimiento no nos va a destruir, es algo momentáneo que podemos soportar.
Vivir en la realidad: muchas veces las personas sin la habilidad de tolerar la frustración, tienen creencias disfuncionales y tienden a magnificar los hechos que en realidad no son ni tan terribles ni tan difíciles de solucionar, sólo que por su déficit en la capacidad de afrontamiento les parecen inaceptables y optan por la respuesta más fácil, el escape.
No dejarse llevar por las emociones: antes de entrar en un bucle emocional de miedo, tristeza o ira, la persona debe intentar calmarse y pensar en alternativas para hallar una solución al problema en cuestión.
Tener expectativas realistas: esta es una gran fuente de frustración, pues si nuestras expectativas no se ven cumplidas siempre vamos a sentir cierto grado de insatisfacción. Para ello, mide bien la amplitud de tus expectativas teniendo en cuenta que sean lo más realistas, concretas y objetivas posibles para evitar futuras decepciones.
Como la tolerancia a la frustración se transmite a través de la educación cuando somos niños, a continuación os propongo una serie de pautas que os ayudarán en esta compleja tarea:
Poner límites y normas claras tanto en las tareas como en las conductas. Asegúrate de que lo han comprendido correctamente.
Evita la sobreprotección y permite que aprenda a su ritmo y por sus propios medios en determinados casos.
Aplaza los reforzamientos un tiempo para permitir que aprenda a esperar de una forma calmada, si forma una rabieta no darle el reforzador hasta que se tranquilice.
Dejar claro que todo acto tiene una consecuencia y que pueden ser positivas o negativas en función de su ejecución o comportamiento.
Facilitar la autonomía y crecimiento personal. Permíteles que se equivoquen, proporcionales corrección y déjales que lo solucionen solos.
Por Lorena González López.