Existen desigualdades en relación con el género y con la edad. Estas últimas deben tratarse desde el punto de vista bioético dentro del acápite de equidad y justicia. Son problemas que, usualmente, se abordan por separado; tal desconexión dificulta el diagnóstico, intervención, tratamiento y soluciones de las consecuencias de este proceso en las funciones, relaciones e identidades de ancianas y ancianos.
¿Por qué la edad, el género y la etnia se encuentran excluidos del discurso científico? Esto forma parte de una perspectiva masculina y los resultados se utilizan posteriormente (en forma errónea) como válidos para la generalidad de los individuos, hombres y mujeres, de cualquier condición (joven o viejo).
Generalmente se percibe el envejecimiento como deterioro mental y físico, consideración que es común tanto entre profesionales de salud como entre el público en general. Pero, en realidad, el envejecimiento es un proceso complejo: una persona es considerada "mayor" cuando alcanza la edad de 60-65 años, independientemente de su historia clínica y situación particular.
En el plano mundial la población está envejeciendo. La mayoría de esa población son mujeres, especialmente en el grupo mayor de 80 años. Si bien es cierto la mujer vive más, esto no indica que viva mejor, sino todo lo contrario. Los problemas surgidos a lo largo de la historia personal, como: mala nutrición, embarazos repetidos, eventuales abortos inseguros, falta de atención de algunas enfermedades médicas, violencia, problemas psicológicos no tratados, trabajos de múltiples jornadas, entre otros, cobran un alto precio durante esta etapa de la vida. Esa cantidad de años se acompaña de más morbilidades y, sin embargo, tienen menos acceso a atención en salud. Esto se debe a los ingresos precarios de las ancianas, porque no cuentan con previsión social o porque, en muchas ocasiones, sus trabajos no han sido remunerados.
La variable género es crucial para estudiar enfermedad, salud y calidad de vida. No son iguales los desafíos que la sociedad impone a hombres y mujeres ni semejantes sus efectos; de modo que cuando examinamos el efecto de una dolencia determinada o de un tratamiento específico debemos tomar en cuenta el escenario social en lo que a género respecta. En el campo de la salud este es un factor de complejidad.
Es esencial tener en cuenta que la situación de salud de cada mujer es diferente y que no se debe usar solamente la edad para su clasificación universal, diagnóstico o tratamiento de enfermedades. Aún más importante es que no se use la edad para justificar la discriminación o el trato inequitativo.
Las principales causas de morbilidad y mortalidad de las mujeres de mayor edad en los países latinoamericanos son parecidas a la de países desarrollados: enfermedad cerebrovascular, enfermedades crónicas discapacitantes, enfermedades mentales, entre otras. Lamentablemente, los programas de salud para mujeres de países en vías de desarrollo están más orientados a aquellas en edad fértil. Algunas veces sólo los adultos mayores masculinos pueden utilizar o tienen derecho a los servicios de salud, o bien, sólo se tratan algunas patologías más frecuentes en mujeres ancianas.
La salud en la vejez es un proceso acumulativo. La perspectiva del ciclo de vida reconoce que la salud de las mujeres de mayor edad dependerá en gran medida de su estilo de vida y comportamiento. El cuidado de la salud en las mujeres más jóvenes es crucial en cualquier programa que otorgue prioridad a la prevención de la enfermedad en lugar de a su tratamiento, situación que no ocurre en nuestros países latinoamericanos.