Esta situación es muy frecuente en las personas mayores, entre otras razones, porque muchos están imposibilitados de hidratarse por sí solos y dependen de terceros. Si su asistente o cuidador no tiene el concepto de hacerlo permanentemente, la persona puede perder líquido gravemente. La forma de reconocer la deshidratación es, simplemente, la sensación de sed, lo que se percibe cuando ya se está deshidratado. Esto refleja una ingesta menor que la pérdida fisiológica de agua del cuerpo. En casos extremos, lo primero que se nota es una orina concentrada y oscura debido a que el riñón está haciendo grandes esfuerzos para seguir funcionando pese al déficit de agua. También se ven afectados el sistema nervioso central, la piel y se descompensan muchas de sus enfermedades.
El especialista afirma que la principal causa de deshidratación es la falta del buen hábito de consumir líquido extra al contenido en los alimentos: “Sin esta buena costumbre, el adulto mayor vive siempre al límite ante un evento inesperado, como una gastroenteritis, que lo deshidrata bruscamente, a diferencia de lo que ocurre en un adulto joven”.
¿De dónde obtener líquidos?
El especialista dice que todos los alimentos consumidos desde el desayuno hasta la comida hidratan, porque todos tienen agua, en mayor o menor proporción. Sin embargo, lo correcto es ingerir, al menos, un litro y medio extra de líquido al día para mantener una buena hidratación.